Como se trata de productos dulces tendemos a asociarlos a los postres, pero no tiene por qué ser así. Es más, no practicaríamos una dieta adecuada si los helados, o cualquier otro producto lácteo, desplazaran sistemáticamente a la fruta. El helado puede ser una merienda adecuada, o incluso parte de una comida o una cena, así como un tentempié respetable. En definitiva, el consumo de helados es un placer que nos podemos permitir mientras lo situemos en sus límites razonables.
Se trata de integrar los helados en la dieta, y que se valoren por sus aportes nutricionales.
Se ha dicho que el helado es “un plato” y, en efecto así es; no se trata ni de una chuchería ni de una cantidad de energía vacía. Desde un punto de vista nutricional, los helados de base láctea representan una buena opción frente a otros dulces ya que su contenido en leche los convierte en una fuente interesante de calcio y de proteínas de buena calidad.
Todo esto Según el Libro Blanco de los Helados, editado por la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFYC), los helados que tienen como ingrediente base la leche (helados de crema, helados de leche y helados) presentan un valor nutritivo significativo por su alto contenido en proteínas(procedentes de la leche) y su riqueza en aminoácidos esenciales. Además, son ricos en calcio, algunos al mismo nivel que un vaso de leche.
En cuanto a la vitamina B2, el consumo de 100 gramos de helado de leche puede cubrir entre un 10 y 15% de las necesidades diarias, tal y como afirman sus autores. Y también suelen contener vitamina A.
Fuente: El libro blanco de los helados
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